05 noviembre 2012

¡Ajá! - Kierkegaard (2)

Y sigue Kierkegaard con el primer sermón, ahora con  el pasaje de la carta de Santiago en el que éste dice: no seáis sólo oidores de la Palabra, sino también sus hacedores.
"Pero para ser sus hacedores, primero hay que ser su oidor o lector, cosa que Santiago también dice", añade Kierkegaard. Con lo que, después de haberse ocupado del "hacer" y lo que él denomina la proposición subordinada en el luteranismo, pasa a ocuparse del "oír": de la manera en que se debe oír o leer (como si se tratara de la carta de la amada o el amado, entendiendo siempre que es a ti a quien se habla, es de ti de quien se habla),  y al igual que en la primera parte, cuando se refería a las obras,  de las estratagemas de las que  habitualmente nos servimos, en este caso para evitar la escucha:  la interpretación, la erudición, la huida del confrontamiento a solas con la Palabra,  la "modestia" (no voy a ser tan vanidoso de pensar que aunque se hable de aristócratas, levitas, mercaderes o romanos, siempre se está hablando de mí) o, directamente, el destierro  preventivo a la estantería más alta de ese libro tan tiránico "que si se le da un dedo, se toma toda la mano", decisión que a Kierkegaard le parece menos deshonesta que todas las otras formas maliciosas de no oír o no leer:

Ante todo se requiere que tú no veas el espejo, sino que te veas a ti mismo en el espejo.
Esto parece tan evidente que podría creerse que no hace falta decirlo. Sin embargo es necesario hacerlo. Lo que me confirma mi opinión es que esta observación no procede de mí; tampoco de lo que hoy en día llamamos un hombre piadoso, un hombre de sentimientos piadosos,  sino de un testigo de la verdad, un mártir, y se supone que estos gloriosos saben de lo que hablan  (otro dardo contra Lutero por su descalificación de la carta de Santiago). [...]

Estar a solas con la Palabra de Dios; que eso es algo peligroso también lo han admitido tácitamente los hombres más capaces. Quizás haya habido alguien (un hombre más capaz y más serio, aunque no podamos aplaudir su decisión) que se dijo a sí mismo: "No sirvo para hacer algo a medias -y este libro, la Palabra de Dios, es un libro sumamente peligroso para mí, y es un libro tiránico: si se le da un dedo, se toma toda la mano; si se le da toda la mano, se toma al hombre entero y tal vez transforme de pronto toda mi vida de acuerdo con una medida inmensa. No, sin permitirme (cosa que detestaría) ni una sola palabra burlona ni peyorativa, lo llevo a un lugar apartado; no quiero estar a solas con él". Nosotros no lo aprobamos, sin embargo hay algo en ello que sí aprobamos: una cierta  honestidad .
Pero también puede uno protegerse contra la Palabra de Dios haciendo alarde de que se atreve a estar a solas con ella, cuando en realidad no es cierto. Así tomas la Sagrada Escritura, cierras la puerta -pero tomas entonces diez diccionarios y veinticinco interpretaciones: de este modo puedes leerla tan tranquilo y distante como si leyeras el diario local. Si de pronto, mientras estás leyendo, lo que sería bastante extraño, se te ocurre preguntar : ¿he hecho esto?, ¿estoy actuando en consecuencia? (es naturalmente en un descuido, en un momento de distracción en que no estas concentrado con la seriedad habitual, cuando se te puede ocurrir algo así), de cualquier modo el peligro no es tan grande. Pues, mira, quizás haya distintas lecturas y quizá se encuentre un nuevo manuscrito justo ahora: ¡por supuesto! Y perspectivas de nuevas lecturas, y quizás haya cinco intérpretes con una opinión y siete con otra y dos con una opinión extraña y tres vacilantes o sin opinión, y "yo mismo no estoy del todo de acuerdo conmigo mismo acerca del sentido de ese pasaje, o para decir mi opinión, soy de la misma opinión que los tres vacilantes que no tienen opinión", etc. Alguien así no será puesto en el aprieto que me veo yo, que de inmediato debo actuar según la Palabra o hacer el humillante reconocimiento. No,  él está tranquilo, él dice: "Por mi parte, no hay ningún problema, ya llegaré a actuar en consecuencia -una vez que se hayan ordenado las lecturas y los intérpretes se hayan puesto más o menos de acuerdo". ¡Ajá! De esta manera queda claro que habrá que esperar un largo tiempo. A cambio el hombre, salvo que sea aguijoneado por el error, logra ocultar que es él mismo quien no tiene ganas de renegar de la carne y la sangre y obrar según la Palabra de Dios. ¡Oh, triste abuso de la erudición, oh, que a los hombres les resulte tan fácil engañarse a sí mismos!
Puesto que si no hubiera tantas ilusiones y autoengaños, todos reconocerían, como yo: no me atrevo a estar a solas con la Palabra de Dios.

Søren KierkegaardPara un examen de sí mismo recomendado a este tiempo, Ed. Trotta-Minima, Madrid 2011, Traducc.e introducc. Andrés Roberto Albertsen y colab. 

2 comentarios:

Jaimemarlow dijo...

Siento no poder aportar algo más original, pero lo único que se me ocurre es correr a otro blog y releer una entrada donde se postea un fragmento de Los sermones parroquiales de Newman:

"Aunque sea una afirmación dura, afirmo con toda rotundidad, sin temor a ser contradicho, que el objetivo de la mayoría de la gente tenida por devota y religiosa, la mayoría de esos que llaman "honrados" e "intachables", es, según todas las apariencias, no cómo agradar a Dios sino cómo agradarse a sí mismos sin desagradar a Dios. Estoy seguro -en la medida en que podemos juzgar a los hombres en general por lo exterior- que hacen de este mundo el objeto principal de su vida y usan la religión como una especie de correctivo, un freno, para evitar un excesivo apego a las cosas del mundo. Creen que la religión es un principio negativo, una especie de moderado amor al mundo, un lujo moderado, una avaricia moderada, una ambición moderada y un egoísmo moderado."

Cristina Brackelmanns dijo...

Si te parece poco original... Te agradezco muchísimo la aportación, y qué alegría que venga de donde viene y qué mala cabeza la mía que no la recordaba.
Dura durísima y hasta puede que se quede corto.
Hace poco, leyendo una cosa de Péguy, le daba vueltas a esa defensa de "la religión" como algo higiénico, bueno y sano para el equilibrio emocional, la sociedad y la vida en general, algo así como hacer ejercicio y comer verduras, que a veces te encuentras en los católicos y que, teniendo su parte de razón, no digo que no (aunque a veces me entren ganas), pone los pelos de punta. Nos pasa lo mismo que al rey Midas aquel, a él todo lo que tocaba se le volvía oro y a nosotros todo se nos vuelve mundo.

"Usan la religión", dice Newman. Eso mismo dice Kierkegaard. Muchas gracias, Jaimemarlow, a lo mejor me animo a colgar el último pedazo de los sermones.