02 noviembre 2012

El mundo es un campesino borracho. Kierkegaard (1)

El texto que sigue pertenece al primero de los tres sermones escritos por Kierkegaard para ser pronunciados en la iglesia de la Ciudadela de Copenhague durante el Tiempo de Pascua de 1851.

Este primer sermón  fue el único de los tres que llegó a pronunciar en público. La seriedad, la exigencia y la necesidad de coherencia vital con las que Kierkegaard concebía la predicación, le hicieron caer en tal estado de agotamiento enfermizo que tomó la decisión de no volver a subir a un púlpito. Finalmente, junto con los sermones previstos para las fiestas de la  Ascensión y Pentecostés que no fue capaz de pronunciar,  fue publicado  bajo el título de Para un examen de sí mismo recomendado a este tiempo en septiembre de ese mismo año, el día del undécimo aniversario del compromiso con su muy abandonada aunque siempre añorada (y presente en cada línea) Regina Olsen.

La obrita,  escrita para ser leída en público,  y no para buscar el aplauso de la concurrencia sino su reacción,  es tenida por el mejor compendio del pensamiento de Kierkegaard. Un compendio claro, directo y vivísimo, tan recomendado a su tiempo -según reza el título- como a cualquier otro.

El tema central del primer sermón, tomando como punto de partida el capítulo 1 de la Epístola de Santiago, uno de sus textos evangélicos preferidos, es el de la Palabra de Dios como espejo en el que mirarse a sí mismo. La polémica, porque Kierkegaard ante todo es polemista -si bien un polemista a la manera socrática: movido por el afán de "despertar inquietud con vistas a la interiorización", nunca por el de competir argumentalmente o vencer-, se entabla en este caso con las artimañas de todo tipo, intelectuales, sociales, religiosas o simplemente humanas de las que nos valemos para evitar ese encuentro directo con la Palabra. Arremete así contra los métodos histórico-críticos en los estudios bíblicos,  contra la manipulación "astuta" de la cuestión de la fe y las obras en el luteranismo ,  contra la malicia de los hombres en general y contra nuestra innata capacidad para retorizar, tomar en vano y, en definitiva,  mirar el espejo procurando cuidadosamente no vernos en él.  Si Kierkegaard bajó del púlpito enfermo, sus oyentes, sus ahora lectores, no salimos mejor librados. Dispara con bala y tiene para todos:

Hubo un tiempo en que el Evangelio, "la gracia", se había convertido en una nueva ley, más severa que la antigua para los hombres. Todo se había vuelto atormentador, arduo y desagradable, casi como si -a pesar del canto de los ángeles por la llegada del cristianismo, ya no hubiera ninguna alegría en el cielo ni en la tierra. Con mezquinas autotorturas se había vuelto mezquino también a Dios. [...] Todo se reducía a obras. Y como tumores malignos en los árboles, así estas obras se echaron a perder por tumores malignos, de modo que con frecuencia sólo quedaban la hipocresía, la jactancia de haber hecho algo meritorio, la futilidad. Ahí es donde reside el error, no tanto en las obras. Pero no exageremos, no aprovechemos el extravío del pasado para un nuevo extravío. [...]

Entonces apareció un hombre, Martin Lutero, de parte de Dios y con fe [...] Su vida se expresó en las obras, no lo olvidemos nunca, pero dijo: el hombre sólo se salva por la fe. El peligro era grande. De lo grande que era a los ojos de Lutero, no conozco expresión más fuerte que su decisión de dejar a un lado al apóstol Santiago para poner orden en el asunto (*). Imagínate el respeto de un Lutero por un apóstol -¡y sin embargo tener que atreverse a esto para instalar la fe en su derecho!
¿Qué sucedió mientras tanto? Hay siempre una mundanidad que quiere llamarse cristiana, pero que desea llegar a serlo por el menor precio posible. Esta mundanidad prestó atención a Lutero. Escuchó, por precaución escuchó otra vez, no fuera que hubiera escuchado mal, y entonces dijo: "Magnífico, esto es algo para nosotros;   Lutero dice: solamente importa la fe... Tomemos entonces su palabra, su enseñanza, y quedaremos libres de todas las obras. Viva Lutero: wer nicht liebt Weiber, Wein, Gesang, er wird ein Narr sein Leben lang (* *). Este es el significado de la vida de Lutero, este hombre de Dios que, conforme a su tiempo, reformó el cristianismo". Y aunque no todos hayan tomado a Lutero mundanamente en vano, hay en todo hombre una inclinación a, o bien, cuando deben realizarse obras, querer hacer méritos, o bien, cuando deben hacerse valer la fe y la gracia, quedar en lo posible eximidos de las obras. El "hombre", esta criatura racional de Dios, no se deja embaucar; no es un campesino recién llegado a la ciudad, él tiene los ojos bien abiertos: "No, una de dos", dice el hombre, "si se trata de las obras: bien, pero en ese caso debo pedir la ganancia que me corresponde legítimamente por mis obras, para que la cosa sea redituable. Si se trata de la gracia: bien, pero entonces debo pedir que se me exima de las obras, de lo contrario no es gracia. Si se trata de obras y además de gracia, es una locura". Sí, ciertamente es una locura [...] La exigencia del cristianismo es: tú deberías esforzarte lo más posible para que tu vida se manifieste en obras; y se exige luego una cosa más, que te humilles y reconozcas: aun así, por gracia soy salvado. Se aborrecía el extravío de la Edad Media: el mérito. Pero si se observa la cuestión más a fondo, se verá con facilidad que se le daba al mérito de las obras una importancia quizá mayor que en la Edad Media. [...] Lutero quiso quitar "el mérito" de las obras y conferirles algo distinto justamente en el sentido de testimoniar la verdad; la mundanidad, que entendió a Lutero a fondo, eliminó completamente el mérito -y también las obras. [...]

Pero imagínate a Lutero en nuestro tiempo, atento a nuestra situación, ¿no crees que diría lo mismo que dijo en un sermón: "El mundo es un campesino borracho que cuando se lo ayuda a montar en el caballo desde un costado se cae por el otro"? ¿No crees que díría: el apóstol Santiago debe ser rescatado, no por las obras contra la fe, no, éste tampoco era el propósito del apóstol, sino por la fe, para lograr en lo posible que la necesidad de la "gracia" se sienta profundamente en una interioridad de veras humilde y para impedir en lo posible que la fe y la gracia, como lo único que salva y lo único que bendice, sean tomadas en vano y se conviertan en pretexto para una mundanidad más refinada? Lutero -¡este hombre de Dios, esta alma honesta!- pasó por alto o quizás olvidó cierta cosa que una época posterior y especialmente la nuestra quizás acentúan con demasiada fuerza. Él olvidó  -otra vez ¡tú, el honesto!- lo que era demasiado honesto para saber por sí mismo, alma honesta como él era, olvidó lo que yo, y no a causa de mis virtudes sino a causa de la verdad, debo destacar. El luteranismo es excelente, es la verdad. En relación con esta excelencia de lo luterano, tengo un solo reparo. Éste no concierne al luteranismo, no; me concierne a mí: estoy convencido de que no soy un alma honesta sino un tipo astuto. Entonces quizá lo más correcto sea tener un poco más de cuidado con la proposición subordinada  (las obras, la existencia, el testimoniar y sufrir por la verdad, las obras del amor, etc.), la proposición subordinada en lo luterano.

* En palabras de Lutero "la epístola de Santiago es una perfecta epístola de paja...porque no tiene en sí nada de sustancia evangélica". Kierkegaard, sin embargo, vuelve una y otra vez a esta Epístola.
** "Quien no ama mujeres, vino y canciones será un loco toda su vida". Según nota del traductor, la frase, citada en alemán por K., suele atribuirse erróneamente a M.Lutero.

Søren KierkegaardPara un examen de sí mismo recomendado a este tiempo, Ed. Trotta, Madrid 2011, Traducc.e introducc. Andrés Roberto Albertsen y colab. 

11 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Extraordinario.

Y, ay, ya me he comprado el libro.

Cristina Brackelmanns dijo...

Bien hecho.
Y, ay, ya verás.

Jesús dijo...

No entiendo el segundo párrafo. Dice K. que Lutero olvidó algo importante. K. parece que va a decir eso que olvidó Lutero pero finalmente no lo dice, o si lo dice yo no lo pillo, liado por la ironía de K.

Cristina Brackelmanns dijo...

Olvidó lo que era demasiado honesto para saber por sí mismo y Kierkegaard debe destacar: que hay que tener más cuidado con la proposición subordinada porque el hombre no es honesto, sino astuto.

¿Te refieres a ese párrafo?
Lo que lo lía un poco, aparte de todas esos elogios al oh-tú-el honesto(que seguro que tienen que ver con algun otro sermón o declaraciones que querría ridiculizar), es que en vez de hablar de la astucia del hombre en general, se pone a sí mismo de ejemplo. Y claro, no tiene sentido que Lutero se olvide de que K. no es honesto sino astuto.
¿Es ahí donde te pierdes? Mira que me vas a ganar a cabeza cuadrada, yo ni me había dado cuenta de que había algo raro.

Jesús dijo...

Veamos. K. dice que el único reparo que tiene con respecto al luteranismo no le concierne a éste sino a él mismo. Tal reparo consiste en que él no es honesto sino astuto, y por serlo, se fijará y pondrá su atención en aquello que en el luteranismo es una “proporción subordinada”, es decir, algo que no se tiene demasiado en cuenta. Si no malentiendo, K. da un rodeo llevado por su afilada ironía para decir finamente, esto es, astutamente, que el luteranismo pasa olímpicamente de “las obras, la existencia, el testimoniar y sufrir por la verdad, las obras del amor”.
Ahora, querida Crista, sólo falta que me digas si es esto lo que K. dice. De no ser así, explícame lo que dice pues otra cosa no entiendo.

E. G-Máiquez dijo...

Yo entendí lo que tú, querido Suso. Una manera elegante (y tal vez prudente) de ponerle el punto de las obras a la i del luteranismo. Y tantos rodeos lo hacen de una contundencia tremenda, paradójicamente.

Jesús dijo...

Bien, entendido queda. ¡Y cómo me gusta la carta del apóstol Santiago!

Cristina Brackelmanns dijo...

Perdona el retraso, querido Suso, que estuve fuera y no podía escribir.
Ya te ha contestado Enrique inmejorablemente: el punto sobre la i y la contundencia.
Yo, más pedestre, diría que en todo el texto hay varias andanadas fortísimas contra Lutero: la de que se considere autorizado a corregir a un apóstol ("a poner orden en el asunto" dice muy afiladamente también), la de la puerta que abre al "démonos a la buena vida, que con la fe nos basta", la de su desconocimiento de la naturaleza humana, y muy indirectamente, tan indirectamente que lo cita en alemán, pero lo cita (quien no goza de muchachas, vino y canciones, es un imbécil), la de la astucia y la falta de honestidad del propio Lutero. Y aquí, una vez más, está en el fondo esa Regina Olsen a la que él, que no era monje, sacrificó, mientras el honestísimo monje no se privó de nada. En otros pasajes del sermón, ya sin mencionar a Lutero, vuelve sobre todas estas cosas: sobre el querer adquirir a bajo coste lo mismo que los profetas, los apóstoles (e insiste en la presunción de equipararse a un apóstol) y los mártires adquirieron a un altísimo precio.

Cristina Brackelmanns dijo...

Nos contestaste mientras corregía la parrafada farragosa. Qué bien, así parece que tienes dotes premonitorias.

A K. también le gusta mucho esa carta. En Ejercitación del cristianismo le dedica varios capítulos. Es muy significativo que Kierkegaard convierta en un texto central lo que para Lutero es "una perfecta epístola de paja... sin sustancia evangélica".

Un abrazo, Suso

Ángel Ruiz dijo...

He entendido muy bien (creo) el segundo texto que acabas de poner y he vuelto todo contento a este (que no entendí nada), después de haber leído hoy las explicaciones que dabais, escondido detrás de Suso como el alumno que espera que otro le diga al profesor lo que ninguno de ellos entiende.
Y he vuelto a este y me sigue pareciendo dificilísimo de pillar. Ahora le echo la culpa a la traducción ("redituable", "se lo", cosas así). No sé, puede ser un probema mío, pero a la mitad del párrafo del medio me pierdo. Lo del mérito respecto a las obras, eso sí que lo he entendido (y bien interesante que es).

Cristina Brackelmanns dijo...

Sí, la traducción tiene sus cosas, algunas peores, como convertir afirmaciones en negaciones ("no dudes de que no ha sido llamado", cuando es de cajón que lo que dice es "no dudes de que ha sido llamado". Debe de ser el tema de la doble negación, que da problemas).
Y qué gracia que las dos cosas que dices también me chocaron: "redituable" lo busqué en el diccionario porque dudaba de que existiera, y sí que existe, así que me quedé con las ganas de corregirlo y poner "rentable".
Y el "se lo ayuda" suena rarísimo, pero está bien: es CD, si fuera femenino dirías "se la ayuda".

Puede que la dificultad esté también en el estilo de Kierkegaard, esa manera de dramatizar: ahora soy el público, ahora Lutero, ahora yo mismo... Y date cuenta de que todas esas andanadas las soltaba en una de las iglesias más importantes de Copenhague y seguramente ante la plana mayor.
Lo que critica, muy resumidamente, es que Lutero, por que nadie se creyera que por sus obras y sus propios méritos tenía derecho a una parcela en el cielo, como el que se la compra a plazos (además de a un asiento de primera fila en la catedral), restó importancia a las obras. No al mérito de las obras, sino a las obras. De ahí el "Viva Lutero, esto sí que es algo para nosotros". Como si pasáramos de comprar el cielo a considerarlo gratis.
Contra lo que arremete es contra esa rebaja astuta del cristianismo. En el segundo sermón, sobre la imitación de Cristo y el camino angosto, y en el de Pentecostés, sobre el "morir a", vuelve con más claridad y con menos indirectas al tema.
Con el Kierkegaard(3) creo que se entenderá mejor todo. Yo cuando llegué al final del libro, volví a empezarlo y fue cuando ya lo entendí, más o menos, que este hombre tiene mucho fondo.