22 diciembre 2012

Probidad intelectual y lectura atenta. Simone Weil.


Leía estos días las interesantísimas entradas del Blog En Compostela , dedicadas al reciente libro de Gregorio Luri  -que acabo de pedirme a los Reyes- sobre la vida y la obra de Leo Strauss, y al hilo de esa conversación sostenida a lo largo de los siglos sobre los problemas intemporales del hombre en la que, según Strauss,  consiste la civilización occidental, me acordaba de Simone Weil, tan buena conversadora, con esa asombrosa facilidad para pegar la hebra con todos los grandes y  para hacérsela pegar a ellos entre sí, y a cada  poco pensaba en lo que ella dijo sobre esto y lo de más allá.

Se hablaba en las entradas, por ejemplo,  de la "probidad intelectual" de la que hoy se reviste el rechazo a todo tipo de creencia, y que Gregorio Luri define estupendamente como "increencia no razonada" -aunque yo la verdad es que sigo dudando de la posibilidad de ese grado cero que sería la increencia, sobre todo si le ronda cerca la palabra intelectual. Me parece que la intelectualidad, que  huye de la contradicción mucho más que de la mentira,  necesita llamar "increencia" a lo que no es más que "creencia-en-que-no", aunque sólo sea para disimular la llamativa contradicción de rechazar la creencia desde la creencia, tan llamativa como la del que rechazara los partidos de futbol desde la portería contraria. Pues bien, Simone Weil dedica precisamente unas breves líneas a ese tema en una de sus cartas de despedida, la conocida como Autobiografía espiritual , breves pero con el brillo de la verdadera probidad y la verdadera inteligencia, esas que empiezan con el cuestionamiento de sí  mismo:

"Cela ne m'empêche pas d'avoir envers vous la plus grande dette que je puisse avoir contractée envers un être humain. Voici exactement en quoi elle consiste.
D'abord vous m'avez dit une fois, au début de nos relations, une parole qui est allée jusqu'au fond de moi-même. Vous m'avez dit : « Faites bien attention, car si vous passiez à côté d'une grande chose par votre faute, ce serait dommage. »
Cela m'a fait apercevoir un nouvel aspect du devoir de probité intellectuelle. Jusque-là je ne l'avais conçu que contre la foi. Cela semble horrible, mais ne l'est pas, au contraire. Cela tenait à ce que je sentais tout mon amour du côté de la foi. Vos paroles m'ont fait penser que peut-être il y avait en moi, à mon insu, des obstacles impurs à la foi, des préjugés, des habitudes. J'ai senti qu'après m'être dit seulement pendant tant d'années : « Peut-être que tout cela n'est pas vrai », je devais, non pas cesser de me le dire - j'ai soin de me le dire très souvent encore à présent -, mais joindre à cette formule la formule contraire, « Peut-être que tout cela est vrai », et les faire alterner."

["Eso no me impide tener con usted la deuda más grande que pueda haber contraído con un ser humano, que consiste exactamente en  esto:
Para empezar, usted me dijo una vez, al principio de nuestra relación, unas palabras que me llegaron a lo más hondo. Usted me dijo: "Preste mucha atención, pues sería una lástima que por error suyo pasara de largo ante una gran cosa".
Eso me hizo percibir un aspecto nuevo del deber de probidad intelectual. Hasta entonces sólo lo
había concebido contra la fe. Parece horrible, pero no lo es, al contrario. Eso se debía a que todo mi amor lo sentía de parte de la fe. Sus palabras me hicieron pensar que quizas hubiera en mí, sin darme cuenta, obstáculos impuros a la fe, prejuicios, hábitos. Sentí que, después de haberme dicho durante tantos años: "Es posible que todo eso no sea verdadero", debía, no dejar de decírmelo -tengo cuidado de decírmelo a menudo todavía-, pero sí añadir a esa fórmula la fórmula contraria. "Es posible que todo eso sea verdadero", y hacerlas alternar. "]
Attente de Dieu- Autobiographie spirituelle, p.41)

Sobre la lectura y la lentitud, que es el mismo tema de la atención tan querido por Simone Weil, mañana.  Porque es el último domingo de adviento (y 'attendre'  significa atender y esperar -también cuidar. Una joya de verbo),  y para que Ángel le disculpe todo eso que no le acaba de convencer  y que tan bien explican Luri y  Strauss: "El poeta sabe cosas que el filósofo parece ignorar. La principal de ellas es el apego natural de los hombres al mundo". La pobre era filósofa.

2 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Qué joya de verbo, y de entrada.

Cristina Brackelmanns dijo...

No hay más que hacerla hablar. Pobre, lo de pobre no era broma.

Gracias, Enrique. En cuanto encuentre un rato vuelvo a colgar el resto